Transforma tu vida: 3 pasos para cambiar tus hábitos y alcanzar tu máximo potencial

¿Estás cansado de intentar cambiar tus hábitos una y otra vez y no poder salir de ese ciclo que te tiene prisionero en la angustia y la inconformidad?

La razón por la que nos cuesta cambiar de hábitos es simple. Nuestro cerebro debe cambiar su estructura neuronal, nuestro cuerpo debe equilibrar la energía y los niveles hormonales correctos para que esa nueva versión de tí sea duradera. 

Tenemos que conquistar nuestros pensamientos, domar nuestro cuerpo y aprender a controlar y manejar nuestras emociones para que los cambios que queremos ver se plasmen en el día a día.

Y además de todo esto, tenemos que hacerlo por un buen tiempo, para que estos cambios surtan efecto, para que veamos resultados externos. Y por si fuera poco, también debemos luchar en contra de la resistencia interna a cambiar. Negociar con nuestros hábitos existentes que se oponen al nuevo estilo de vida. Y batallar diariamente con las creencias limitantes que nos mantienen prisioneros y que nos impiden ver nuevas perspectivas.

Y finalmente, la presión del mundo externo que nos distrae, nos roba energía, nos genera presión y nos ilusiona con cosas que alivian de forma temporal; nuestro dolor, fatiga y estrés con una gratificación inmediata que nos hace adictos y muchas veces supera nuestra fuerza de voluntad, ya que, ¿Quién no ha preferido ese cómodo sofá, apagado esa alarma a las 5 de la mañana para seguir durmiendo o ha gastado cientos de horas inútiles haciendo scroll infinito en alguna red social?

Amigos, el cambio no es fácil, si lo fuera, todo el mundo lo haría. Y normalmente quienes se atreven a confrontarse a sí mismos en la oscuridad y en la soledad logran vencerse y vencer. Quienes tienen un poderoso «porqué», un propósito claro y definido, que no puede esperar, sabiendo que cada minuto que pasa es el último vivido, pueden extraer la fuerza y la actitud mental necesaria para cambiar.

Cada uno de nosotros tiene sus propias batallas y nadie vendrá a rescatarnos de ellas, ya que son estas las que nos liberarán, pero sólo si las enfrentamos con el coraje de un guerrero que se sacrifica a sí mismo para convertirse en ese hombre que sabe que es y que aún está por nacer, podremos alcanzar ese sueño, esa meta, ese estado en el que sabremos con completa autoridad lo poderosos que somos, lo ilimitados que podemos ser y que el destino que le demos a nuestras vidas está realmente en nuestras manos.

Paso 1: No te quedes con las palabras

Uno de los mayores motivos por los que no cambiamos realmente es por que no tenemos la confianza suficiente como para comenzar y perseverar. Tenemos una opinión pobre de nosotros mismos, ya que nos hemos caído un sin número de veces. Conocemos nuestras debilidades y guardamos secretos que nos generan culpa y duda. 

Decimos que queremos un cambio pero no estamos dispuestos a hacer todo lo realmente necesario. Cuando pensamos que hemos hecho todo, viene la vida y nos demuestra lo débiles de corazón y la displicencia con la que nos tratamos. Hemos cultivado una mentalidad de mierda que nos vuelve holgazanes incluso con nuestros propios pensamientos. No cultivamos el pensamiento crítico necesario y la honestidad suficiente como para reconocer nuestras debilidades y hacer algo al respecto.

Postergamos hasta lo impostergable, por que no queremos sentir dolor, ni estrés y tenemos dudas de si realmente, esta vez, lograremos cambiar. Pero, ¿saben que?, somos adictos a ese ciclo eterno de estar persiguiendo nuestra propia cola y en vez de parar y decir: «que estupido esto», seguimos haciéndonos los ciegos y sordos, porque así ese «yo débil» que hemos construido, no se verá afectado y toda esa vida que hemos creado alrededor, tampoco tendrá que cambiar. Nadie se sentirá mal, y podremos seguir masturbándonos como adolescentes  sin saber realmente para dónde vamos ni cuando todo esto va a parar.

Si realmente quieres cambiar tienes que empezar a tomarte en serio a tí mismo. Si dices que harás algo, hazlo, aunque sea mal o a medias pero hazlo. Si dices que vas a hacerlo cada día, hazlo. No importa si estas cansado, si sientes dolor, si a tu familia no le gusta, si a alguien le incomoda, si tienes hambre o frio o esta lloviendo, hazlo de todos modos. Cuantas putas veces has ido a un trabajo de mierda, que detestas, a una hora en la que preferirías haber seguido durmiendo o al menos haber salido a hacer algo que realmente querías hacer, pero cuando podrías haberlo hecho por tí, por tus sueños y tus metas, simplemente seguiste durmiendo, no te acostaste temprano, preferiste salir de fiesta, preferiste ver series hasta tarde.

Hemos aprendido a sacrificar nuestra felicidad inmediata por el bien de quienes amamos y protegemos, aguantamos estoicamente la frustración que ese sacrificio implica y lo vemos como una inversión a largo plazo por algo mayor a nosotros mismos. Sin embargo, en ese proceso, nos postergamos a nosotros mismos, nos ponemos en el último lugar. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que los hijos sean suficientemente grandes? ¿Hasta que termine de pagar la hipoteca? Si somos capaces de hacer todo eso y más, por otros, ¿Porque no por nosotros mismos? De todos modos no podrías seguir luchando por aquellos que amas si tu cuerpo está enfermo, si tu dolor de espalda te obliga a parar, si tu sonrisa oculta una tristeza que marchitaria un árbol. 

Cuando llega la hora de demostrarte que eres más que eso y sabes que si lo hicieses, toda tu vida cambiaría para mejor; Cuando llega ese momento en el que pareciera que la vida te traga y nadie está ahí, es en ese momento en el que no te puedes permitir fallar. Es en ese momento en el que te estás jugando el todo por el todo. No es cuando las cosas van bien y son fáciles. Todos pueden levantarse temprano un día de verano y salir a correr, pero quienes están dispuestos a hacerlo en invierno, cuando hace frío y oscuro. No, ahí no. 

No quedarse con las palabras es entender que te juegas tu vida con cada acción que tomas. Es demostrar el  verdadero amor propio que tienes y sientes por ti. Es saber que ese esfuerzo será recompensado, por qué la gente que te ama y que depende de ti, recibirá de manera directa los efectos de que te hayas empoderado a ti mismo. De que te hayas vuelto un hombre de confianza, que se respeta a sí mismo. De que te hayas vuelto alguien impecable. Que tus palabras y tus acciones sean una, esa es la primera etapa.

Paso 2: Bota toda la basura que llevas dentro

Hay 3 tipos de basura que todos cargamos. El pasado, lo que no nos corresponde y los malos hábitos que tenemos hoy.

EL PASADO

El pasado es basura siempre y cuando, esté lleno de rencor. Cuando aún no hemos sido capaces de hacer las paces con el. El pasado es basura cuando en vez de empoderarnos, nos distrae, nos mantiene atrapados en una imagen de nosotros mismos que ya no es real, cuando aún nos genera sufrimiento, cuando no hemos sido capaces de soltar y de pasar la página. Cuando no somos capaces de perdonar o de sentir culpa por lo que fue, lo que no fue, y lo que podría haber sido. 

Todos hemos vivido algún tipo de trauma o experiencia que nos ha marcado de por vida. Hay quienes han vivido un verdadero infierno y sin embargo se levantan como estrellas, ya que saben que mantenerse en ese mismo lugar no es una opción. Y por muy fuerte que sea el dolor, no podemos basar toda nuestra vida en el. Tenemos que ser capaces de algo mejor, de ver el «para qué» de todas estas experiencias, de ser capaces de aprender y luego de soltar.

He compartido con personas que han sido abusadas en su niñez, y ninguna de ellas quiere que sus hijos pasen por lo mismo. Y hacen todo lo posible e imposible para que ellos estén protegidos de los peligros, del hambre, de la angustia. Normalmente, nadie quiere que los traumas del pasado se sigan repitiendo, sin embargo, al no lograr hacer las paces con él y soltarlo, nos consumen emociones como el resentimiento. Cuando no hacemos el trabajo terapéutico necesario para sanar, los demonios seguirán moviendo los hilos de nuestras acciones.

LO QUE NO NOS CORRESPONDE

Cargar con lo que no nos corresponde significa que nos responsabilizamos emocionalmente e incluso de manera material de situaciones que no fueron producto de nuestras acciones ni que por mucho que sigamos cargándolas vamos a encontrar una real solución, ya que estas caen en los hombros de otra persona, viva o muerta. 

Hay quienes creen que solucionándole los problemas a otros, hacen un bien. Sin embargo, lo que realmente están haciendo, es privar a esa persona de salvarse a sí misma a través de su propia fuerza. Es una de las acciones más egoístas y que disfrazamos de compasión o justicia, ya que parece lo correcto, sin embargo todo lo que hacemos es robarnos esa oportunidad para alimentar nuestra necesidad de validación.

No mal entendamos darle una mano a alguien en necesidad en un momento dado, con sacar a esa persona de su propia mierda. Corremos el gran riesgo de caer junto con ella, y luego todo el esfuerzo que hemos puesto en estar donde estamos, se pierde por no haber tenido la claridad de que amar también es dejar que las personas se caigan, especialmente si son ellos los que lo causaron, ya que para amar a un otro, primero tenemos que amarnos a nosotros mismos. 

Imaginen que tienen una gran vasija de agua y van por la vida repartiéndola sin nunca rellenarla. Rápidamente verán que se quedarán sin agua. La forma en que llenamos la vasija, es a través de esos hábitos que nos nutren y nos hacen sentir llenos, capaces, vivos. La única forma de dar nuestra agua sin quedarnos vacíos, es cuando de la vasija brota tanta agua que se rebalsa, enfócate en que tu vasija se convierta en una fuente, luego en un río y eventualmente en un mar, en vez de andar regalando cada gota a quienes no sabrán reconocer todo el esfuerzo que has puesto para que esa agua esté ahí.

Tenemos que auto responsabilizarnos de nuestra salud mental, eso significa muchas veces, hacer terapia para saber por donde se nos va la energía, que cosas estoy cargando que no me corresponden y dejar de hacerlo, aunque eso signifique que hayan personas que nos odien por eso. Especialmente los que usufructuaban de nosotros. Es hora de decirle adiós a la necesidad de validación, de atención y de sentirnos reconocidos por cargar con lo que no nos corresponde y dejar de alimentar un ego mentiroso y superfluo.

LOS MALOS HÁBITOS DE HOY

Cuando hablo de hábitos no me refiero simplemente a que hora te levantas o si haces deporte o la forma en que comes. Me refiero a esos hábitos que llevas dentro, a tu estructura interna de tus pensamientos, de cómo construyes tu realidad en tu mente, de cómo manejas tus emociones o si estas te manejan a tí. Los hábitos más importantes, son aquellos que están intrínsecamente relacionados a tus patrones de comportamiento, ya que esos son los directores de orquesta.

Eliminar hábitos es más difícil que crear nuevos. Sin embargo tenemos que aprender a ver como un comandante y no como un soldado raso. Tenemos que identificar primero el hábito que si fuese eliminado generaría un efecto dominó en el resto. Ir directamente a la raíz o al menos comenzar por aquel que no nos sirve de nada. Así como cuando podamos un árbol, identificamos las ramas que queremos dejar primero y luego aquellas que no.

Pregúntate: ¿Cuál es ese hábito que si sacara de mi vida hoy, que me gustaría sacar y que estaría dispuesto a hacerlo, y que si lo hiciera, cambiaría totalmente mi vida para bien?

Piensa en un mueble viejo que está en mal estado y usa espacio. Tu quieres renovar tu casa, pero ¿acaso vas a dejar el mueble viejo? Deshazte de él. Hay quienes les gustaría repararlo, pero lleva años o décadas ahí. Es la hora de cortar por lo sano y hacer algo al respecto ya. Lamentablemente los hábitos no son muebles. No podemos «renovarlos», o los dejamos o los cambiamos. Decídete de una vez y saca tu basura.

Paso 3: Enfócate en tí mismo

A menudo decidimos cambiar ciertos hábitos o estilo de vida, cuando pasamos por un momento de crisis. Una separación o divorcio, cambio de empleo, la muerte de alguien cercano, crisis económica o un accidente. También pasamos varias veces durante nuestra vida por crisis internas; emocionales, espirituales y/o valóricas, en las que una parte de nosotros muere

Esto nos impulsa a querer cambiar, a tomar acción, a dejar de postergar. Para bien o para mal, estos momentos de crisis sirven como despertadores y hace bien entender que lo que sea por lo que estemos pasando, nosotros lo creamos, en parte. Sin embargo, es común también ponerse en acción con la expectativa de que las cosas van a volver a ser como antes. Y ahí corremos el riesgo realmente de no entender la verdadera razón y necesidad de pasar por esta crisis. 

Alguien, un día me preguntó, durante la separación con su pareja, que si yo creía, que si el finalmente bajaba de peso y tomaba una actitud mucho más masculina y empoderada frente a la vida, su pareja regresaría. A lo que le respondí lo siguiente: Enfócate en tí mismo. Nada más.

La razón de por qué no dije algo distinto, quizás intentar darle esperanzas asegurando que si cambiaba si recuperaría a su pareja. Es que primero, el futuro es incierto. Lo que hacen otros no está bajo nuestro control. Las razones de los otros, por más que uno cambie, no son necesariamente las que nos dicen, sino más bien las que no nos dicen con palabras, pero sí con acciones y que no importa cuánto tratemos de cambiar por un otro, eso no asegura nada. 

Y finalmente, por que si uno se dedica a cambiar por otros, uno deja de ser uno. Si quieres perder peso y ponerte en forma, hazlo por ti, no por otro. Mientras sigamos poniendo el objeto de validación en alguien o algo externo a nosotros mismos, nunca, seremos felices, y ciertamente nos alejaremos de estar alineados con nuestro propósito de vida.

Ya que, el cambio que surge naturalmente en uno, y se refleja en cómo cambiamos nuestros hábitos y estilo de vida, viene de adentro. Es un motivo espiritual, es la externalización de lo que sentimos, a través de nuestro cuerpo y en lo que somos capaces de construir posteriormente.

Cada vez, que estés pasando por una crisis, vuelve a enfocarte en tí mismo. Esto te dará poder, energía y al estar centrado, tomarás decisiones conectadas con tu propósito. Luego lo que suceda en el exterior, simplemente será un reflejo de eso. Y si alguien te deja, o pierdes el trabajo, debes de entender que es para mejor. Que quién se verá beneficiado de esto, serás tú. Porque ganarás espacio, libertad, aire. Podrás reciclarte, reconstruirte y formar una nueva vida.

Cuando pasamos por momentos de mucho dolor, son los hábitos positivos, como el entrenamiento y la meditación, lo que nos dará la fuerza para atravesar ese proceso fluidamente, surfeando la ola en vez de ahogarnos en ella, lo que no quiere decir que debamos poner nuestro foco en rumiar emociones negativas, ya que eso, solamente nos envenena. Ni mucho menos inflar tu ego narcisista, ya que eso es una total falta de conciencia y de coherencia interna y solo conduce a seguir auto engañándote. Hay una línea divisoria entre el amor propio y el narcisismo. No confundamos esto ya que corremos el gran riesgo de seguir produciendo dolor tanto en nuestra vida como en la de los demás.

Si tienes tristeza, entrena. Si tienes rabia, entrena. Si crees que ya no hay solución, entrena. Si sientes que preferirías estar muerto, entrena. Enfócate en tí mismo y verás como sales de la oscuridad a través de tu propia fuerza, como construyes un cuerpo resistente y un corazón resiliente.

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